La agricultura es el mayor consumidor de recursos de agua dulce del mundo, pero no podemos olvidar que el regadío sigue siendo uno de los pilares de la seguridad alimentaria. La modernización y la innovación pueden contribuir a un uso más eficiente del agua para riego.
Con motivo del Día Mundial de la Agricultura que se celebra cada 9 de septiembre y en el contexto actual de sequía, las comunidades de regantes se sitúan en la senda de la gestión sostenible de este recurso limitado.
Según Naciones Unidas, el 72 % de todas las extracciones de agua son utilizadas por la agricultura, el 16 % por los municipios para los hogares y los servicios, y el 12 % por las industrias. Por otro lado, no podemos pasar por alto que el regadío sigue siendo uno de los pilares del desarrollo rural y de la seguridad alimentaria, ya que es un elemento básico de nuestro sistema agroalimentario.
Entre el 75 % y el 80 % de España está en riesgo de convertirse en desierto este siglo, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Si se analizan los datos de precipitación de los últimos doce meses, se puede hablar de una situación de sequía meteorológica en el conjunto de España. A esto hay que sumar que los embalses están al 35 % de su capacidad. Cultivos como el cereal, el olivar, el viñedo y el almendro, así como muchos frutales y la apicultura están sufriendo importantes afecciones. Las organizaciones agrarias cifran en torno al 50 % las pérdidas medias en la producción.
En España, tenemos 3.804.786 hectáreas de regadío, de las que 864.136 corresponde al sistema de riego por superficie o gravedad, 571.604 ha a riego por aspersión de tipo fijo, 325.570 ha a riego por aspersión automatriz y 2.043.476 ha a riego localizado, según recoge la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España (ESYRCE) del Ministerio de Agricultura, por lo que podemos decir que más del 60 % del regadío español está utilizando sistemas eficaces de riego.
Sabemos que el regadío español es un caso de éxito y es uno de los más competitivos a nivel mundial. El ministro de Agricultura, Luis Planas, lo ha calificado en alguna ocasión como “la joya de la corona” de nuestro sistema agroalimentario.
Gracias a la agricultura de regadío, somos capaces de multiplicar por seis, la productividad agrícola, por cuatro, la renta de los agricultores y por tres, el empleo, según datos del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Por todo ello, está claro que el principal reto del sector debe ser lograr el máximo rendimiento de las explotaciones con el mínimo consumo de agua.
Nuevas tecnologías para un riego más eficiente
En este contexto, la modernización, la tecnología y la innovación, así como la digitalización pueden contribuir notablemente a un uso más eficiente del agua. Según los expertos, la introducción de mejoras tecnológicas podría mejorar la eficiencia en un 40 %.
Gracias a los sensores terrestres, los drones o los satélites, por ejemplo, se pueden conocer las necesidades específicas del cultivo, del suelo y de la climatología, entre otros factores. La inteligencia artificial también permite desarrollar algoritmos capaces de predecir las necesidades de los cultivos.
Otras herramientas como los softwares que permiten desarrollar modelos de simulación de cultivos y condiciones climáticas, la monitorización de los cultivos, los sistemas de telecontrol y telemedida del rendimiento de las infraestructuras (canalizaciones, bombeos, etc.) en tiempo real son fundamentales para conseguir sistemas de riego eficaces.
Invertir en métodos de riego por goteo o por tuberías ayuda a disminuir la evaporación y a ahorrar hasta un 80 % más de agua, según algunos expertos.
Como vemos, las infraestructuras de regadío y las nuevas tecnologías desempeñan un papel fundamental en el camino hacia una agricultura más sostenible. El diseño, la construcción, la instalación, el mantenimiento y la conservación de las infraestructuras, así como la implantación de la tecnología suponen un gran esfuerzo económico para las comunidades de regantes y sus socios, sin olvidar que los daños ocasionados por fallos, averías o por factores climáticos pueden también generar daños a terceros que deben repararse.
Las principales causas de siniestralidad en las comunidades de regantes están relacionadas con las catástrofes meteorológicas (inundaciones, DANAS, rayos, etc.), fallos en las instalaciones -transformadores, bombas, cables, tuberías, pívots, cuadros eléctricos, incendios, robos, entre otros, entre otras causas fortuitas, en muchos casos ajenos a los regantes.
Es fundamental que las comunidades de regantes cuenten con la experiencia de un buen mediador de seguros, con la tranquilidad que aporta disponer de una amplia cobertura y con el asesoramiento profesional a las comunidades de regantes en todo el proceso.
Por Isabel Caballero Moruno. Periodista agroalimentaria. Cuenta con un blog especializado en agricultura y ganadería, mundo rural, medio ambiente, tecnología e innovación en el sector agroalimentario. Coordina, redacta y maqueta la revista Mundo del Agrónomo del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias.
Un regadío más seguro
Más de 400 comunidades de regantes ya confían en el programa de seguros y equipo de unregadíomásseguro. Y tú, ¿también quieres un regadío más seguro?