En el momento en que escribo estas líneas, se están produciendo algunas lluvias en Andalucía que ayudarán a aliviar mínimamente la situación hidrológica de algunas cuencas y sistemas pero que desgraciadamente no van a suponer un cambio significativo para las expectativas de 2023. Negras expectativas de migración hacia los cultivos menos demandantes de agua y de menor valor añadido, concentración de recursos hídricos en el esfuerzo de salvar la arboleda, tierras dejadas en barbecho, caída de la producción generalizada, y miles, muchos miles de jornales, perdidos.
De las medidas contempladas en los respectivos decretos de sequía lanzados por la administración central y autonómica, y sobre todo de la celeridad y acierto en su ejecución y desarrollo, dependerá que el impacto sea más o menos duro. Además de las medidas económicas, financieras y fiscales, es necesaria la activación urgente de los pozos de sequía, que las administraciones faciliten y agilicen los trámites para la cesión de derechos de agua, para que el agua tenga el mejor uso posible y no se pierde ni una gota.
Pero necesitamos más, mucho más. No ayudaría a dar respuesta a esta campaña, pero sí a las próximas, la activación de un plan de balsas de riego para el aprovechamiento de las aguas de escorrentías. Las comunidades modernizadas que ya cuentan con balsas han podido atestiguar estos años pasados de la importancia de estas instalaciones que permiten guardar el agua de las escorrentías que se generan con las lluvias, además de hacer una administración más eficiente de los recursos que es especialmente importante en épocas de escasez. Estas infraestructuras tienen además una tramitación ambiental menos exigente y compleja, por lo que se trata de una apuesta viable, necesaria y realista.
Las balsas de riego permiten guardar el agua de las escorrentías que se generan con las lluvias, además de hacer una administración más eficiente de los recursos que es especialmente importante en épocas de escasez. Son una apuesta viable, necesaria y realista.
Más a medio y largo plazo, necesitamos inversiones en modernización, como el proyecto de modernización del arroz, que es sin duda la mejor noticia de estos últimos años. También inversiones en regeneración y desalación, de especial utilidad para las cuencas litorales. Y por supuesto también nuevas presas, desatascando las aprobadas en los planes hidrológicos, como se hizo en España en los 90 con un decreto que las consideró obras prioritarias y urgentes. Entonces sí se aprendió de la sequía. Se hizo acelerando las obras que ya habían iniciado su tramitación y empezando otras nuevas. En esos años se incrementó nada menos que un 40% la capacidad de regulación de la Cuenca del Guadalquivir. Los regantes pedimos que la coyuntura de escasez actual se aproveche para ejecutar como obras de emergencia todas las obras de regulación que se contemplan en los últimos planes hidrológicos.
No parece que esa sea la intención, a pesar de que desde 2013 no se haya terminado una sola obra de regulación en Andalucía y la única que se inició (la presa de Alcolea) haya sido detenida sine die por el Gobierno central desde 2017. En cualquier país sería un escándalo que documentos normativos (como son los planes hidrológicos) recojan obras hidráulicas que luego no se ejecutan, y que ni siquiera son iniciadas en su tramitación. Pero eso es lo que ha estado sucediendo aquí, extendiendo la percepción de que el papel lo aguanta todo y confirmando que sobre las presas pesa una suerte de estigma medioambiental que hace que los partidos políticos se arredren.
Y sin embargo, aprender de la sequía sería aumentar la garantía de agua con nuevos embalses que son estrictamente necesarios para combatir el cambio climático. Sería evitar la extensión de la superficie regable, así como apostar por la digitalización y la transición energética del regadío. Sería también tomar medidas de gobernanza necesarias, como restringir los caudales ecológicos en tiempos de sequía, pues el medio ambiente no puede estar por encima del ser humano. Sería también abaratar los costes de mantenimiento de los embalses que soportan los regantes, tomando medidas de pura lógica como el traspaso de competencias a la CHG de las presas de Breña II y Arenoso, que ahorraría a los regantes un IVA anual de 2,5 millones.
Aprender de la sequía seria tomar medidas de gobernanza necesarias, como restringir los causales ecológicos en tiempos de sequía
Veremos si nuestros decisores públicos aprenden de la sequía, en beneficio de todos los usuarios, o solo la utilizan políticamente para sus fines electorales.
José Manuel Cepeda
Presidente de Feragua
No se podía haber dicho mejor. Enhorabuena por esta entrada